Paseaba un hombre una noche bajo la lluvia. El agua caía suavemente, resbalando sobre su piel y empapando sus sentidos. El frío comenzaba a dejarse sentir. Una sensación de vacío le agujereaba el alma.
Un perro caminaba a su lado.
El perro le miraba girando los ojos sin levantar la cabeza y le seguía. Esos ojos tan familiares. La sensación de vacío iba desapareciendo. No estaba solo. Pensaba en el éxito que siempre había buscado. En el reconocimiento de los demás que nunca llegaba. En la búsqueda en su interior. En ese instante lo único cierto del mundo era que el perro le seguía.
Estaban calados y cansados y no sabían a donde iban. Al hombre se le desdibujaba de donde venían, pero comenzaba a sentirse mejor. Comenzaba a descubrir la alegría perfecta.
2 comentarios:
hola
eso de la alegría perfecta... debe ser algo como la lluvia misma, que te va calando poco a poco, creo que un@ nunca llega a estar lo suficientemente "empapado" ¿o si? lo importante es ir disfrutando de los pequeños aguaceros que acontecen.....no acordarse de las aguas de abril cuando llega el tórrido agosto.
gracias por describirnos ese instante de plenitud.... si es que como decimos por aquí, por el norte... "que llueva, no siempre es mal tiempo..."
besos
La alegria perfecta es el disfrutar de las pequeñas cosas. Estas perdido y empapado, pero la naturaleza te envuelve y tu perro te sigue.
Elevación, Plenitud y Serenidad.
Gracias por pasarte por aquí.
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