lunes, 1 de febrero de 2010

Soy el dueño de mi destino/ Soy el capitán de mi alma

Invictus, del latín, no vencido.
Y en efecto, tal como se recoge en los versos del poema de William Ernest Henley, Invictus:

"Más allá de la noche que me cubre negra como el abismo insondable, doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta. - En las azarosas garras de las circunstancias nunca me he lamentado ni he pestañeado. - Sometido a los golpes del destino mi cabeza está ensangrentada, pero erguida. - Más allá de este lugar de cólera y lágrimas donde yace el Horror de la Sombra, la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo. - No importa cuan estrecho sea el portal, cuan cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma".

La vida no es un camino de rosas, en ocasiones puede darnos reveses, pero pese a todo, permaneceremos Invictus, mientras seamos fieles a nosotros mismos, mientras mantengamos nuestros propios ideales y no agachemos la cabeza ante la injusticia y la tiranía que nos depare nuestro destino (algo difícil en estos tiempos de doble moral). Toda una lección la de William Ernest, que perdió una pierna por enfermedad (tuberculosis), e inspiró el personaje de Long John Sylver a su amigo Stevenson. Curiosamente, siempre he sentido simpatía por el pirata de La Isla del Tesoro con su loro y su pata de palo. Será porque también es Invictus.

Podremos perder batallas, pero permaneceremos Invictus mientras no nos perdamos a nosotros mismos.
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