jueves, 26 de noviembre de 2009

El Malogrado y los tres cerditos


"El malogrado", novela de Thomas Bernhard. Narra la historia de tres hombres. Los tres eran jóvenes virtuosos del piano, que coincidieron en Salzburgo para recibir clases magistrales de Vladimir Horowitz. Esto significó el final de la carrera de dos de ellos, al apreciar el grado de virtuosismo del tercero, Glenn Gould, que nunca podrían alcanzar. El narrador, identificado con el autor, y Wertheimer, los dos frustrados virtuosos, viven una vida gris, que culmina veintiocho años después con el suicidio de "El malogrado" Wertheimer.
La lectura de la novela me hace verme a mí mismo, en la búsqueda de la perfección destructiva. Con los conceptos de todo ó nada, éxito ó fracaso, ganar ó perder, sin posiciones intermedias. Carga genética de sangre manchega paterna que me predispone al sufrimiento y aprendizaje desde la infancia y adolescencia para encontrar en el reconocimiento de los demás el éxito personal.
La perfección, necesaria para conseguir objetivos, pero destructiva cuando se convierte en obsesión. Creo que me he dado cuenta a tiempo. Espero.
Como ejemplo de aprendizaje desde la infancia, la universal historia de los tres cerditos. El más laborioso, inteligente y responsable de los cerditos, construye una sólida casa, que a la postre salva a sus menos brillantes hermanos y a sí mismo de las garras del malvado lobo (el mundo).
Pero ¿no vale la pena ser el cerdito de la casita de paja ó a lo sumo el de la casita de madera? La perfección absoluta nunca se alcanza. Nunca se está lo suficientemente seguro de nada. Un huracán se hubiera llevado la casa de ladrillo del cerdito laborioso. Quizá otro cerdito mejor aún la hubiera construido de hormigón armado ó mejor aún hubiera podido construir un bunker.
Pero la búsqueda de la perfección y la búsqueda de la felicidad ¿donde tienen su punto de equilibrio? ¿en el centro de gravedad permanente que buscaba Franco Battiato?
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